Cosas de la vida

1 diciembre 2007

Tercer Claustro Ideal Oficial: Análisis de ejemplos

Filed under: Educación,General — Montse @ 11:00 pm

 

Saber enseñar

Como el CIO nació con la intención de crear un lugar donde poder acudir cuando nos sentimos bichos raros en esto de la educación, he tardado unos días en convocar el tercer claustro de nuestro CIO, tratando así de evitar que el CIO en lugar de ser una tabla de salvación se convierta en una carga insoportable.

No obstante, creo que ya han pasado días suficientes y ya necesito reunirme con vosotras/os para seguir dialogando sobre los asuntos que nos interesan. En esta ocasión propongo como tema del día el siguiente:

Análisis de ejemplos concretos de actuaciones de docentes, tanto positivas como negativas, (evidentemente sin dar nombres concretos). Dicho análisis nos servirá como una especie de puesta en común de nuestras experiencias para aprender aquello que es deseable o que no lo es en los procesos de enseñanza-aprendizaje.

A partir de este momento y hasta el próximo día 21 de diciembre (he sido generosa porque me hago cargo de las fechas en las que estamos) tenéis la palabra.

Un saludo, Montse.

43 comentarios »

  1. […] por Ramón, Montse convoca la tercera sesión del CIO, y nos plantea una tarea a la que, a cara descubierta, nos puede costar contestar: […]

    Pingback por Tercera sesión del CIO en “Cosas de la vida” « Efervescente2H — 2 diciembre 2007 @ 7:19 pm | Responder

  2. Un jefe de estudios nos dice que ni los alumnos y ni los padres le dan problemas, tampoco parece que la administración le dé algún quebradero de cabeza, sino que estos le vienen del profesorado.. y a continuación escribe una pormenorizada lista de faltas del profesorado –me ha llamado la atención que entre ellas figure el no realizar tareas directivas, ni ocupar cargos directivos-

    La conclusión que saco es que este jefe de estudios se dedica al compadreo con alumnos, padres y administración, y a fiscalizar a lo que deberían considerar sus compañeros

    Comentarios por Holmes — 2 diciembre 2007 @ 7:42 pm | Responder

  3. Conocía el cuento (es más, me acordé de él cuando hablaste del claustro de profesores en el que se cuchicheaba, se bebía café, etc…) y lo recuerdo muy a menudo cuando veo a compañeros en actitudes reprochables a los alumnos.

    Precisamente este asunto (Que se resume en: haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago) es el que más me irrita (por decirlo de una forma suave) y sigo creyendo que es uno de los mayores problemas de nuestro Planeta Mundo. Curiosamente esa frase la asociamos a los curas, aunque vemos médicos que te dicen que no fumes, gobiernos y ayuntamientos que te dicen que apagues una bombilla porque «el total es lo que cuenta», profesores de autoescuela que te dicen que debes ir a menos de 120 por autovías, etc, etc.

    Ya hemos hablado en nuestros múltiples blogs de los mensajes contradictorios y, desde el punto de vista de los alumnos, cuál de ellos prima. Como a mi me gusta estudiar los comportamientos, no individuales, sino de la sociedad como conjunto (compuesto por individuos) volveré a decirlo: No sirve de mucho decir a alguien «no tires eso al suelo» si cuando ese alguien «sale al mundo», ve que tirar cosas al suelo es «lo normal». Aplica esto a la bebida, y tendrás a la mayoría de los adolescentes con el litro de kalimotxo en la mano, a pesar de que es ilegal consumir bebidas alcohólicas antes de los 18. Ídem para el tabaco (esto afortunadamente está cambiando, por fin empieza a vislumbrarse una actitud social negativa), los porros y cualquier otra «actitud reprochable».

    Montse, tu problema (sentirte un bicho raro) es el de todos los que se sientan identificados con tu propuesta de CIO. ¿Cómo no vamos a sentirnos raros si somos los únicos que le decimos a alguien «no hagas esto» y nosotros no lo hacemos? Yo lo resumo de una forma un poco más banal en la siguiente frase, que he dicho montones de veces: «Debo ser el único que dice que no ve Gran Hermano y no ve Gran Hermano».

    Saludos.

    Comentarios por da-beat — 3 diciembre 2007 @ 12:50 pm | Responder

  4. Releyendo mi Crónica Once, creo que viene muy bien al tema en cuestión.

    Comentarios por da-beat — 3 diciembre 2007 @ 12:57 pm | Responder

  5. Por alusiones. El Sr./a Holmes me ha malinterpretado sin duda alguna (concedo que ha sido bienintencionadamente), y no estoy de acuerdo en absoluto con lo que concluye (porque no sé de dónde sale) de mi comentario al post de Montse “¿En qué educamos cuando…?” Pero considero que éste no es el espacio adecuado para que conteste, extendiéndome más de lo que sería aconsejable, ni creo que deba hacerlo, puesto que aquí, en el blog de Montse, soy solamente un invitado, un comentarista. Por eso, Sr./a. Holmes, si Vd. desea saber en realidad si tengo o no problemas con los/as padres/madres, si tengo problemas o no con la administración, si “compadreo” con el alumnado, los/las padres/madres y la administración misma, y si fiscalizo en el ejercicio de mi cargo a mis compañeros/as (su frase, por cierto, está mal expresada: “y a fiscalizar a lo que deberían considerar sus compañeros” (sic); la correcta sería “y a fiscalizar a los que debería considerar sus compañeros”, y mucho mejor si la hubiera expresado así: “y a fiscalizar a los/las que debería considerar sus compañeros/as”), éste es mi e-mail: rrodjime@orangemail.es. Escríbame, si quiere, y le prometo contestarle con gusto. Si, además, Vd. reside, por causalidad, en Gran Canaria, o incluso me conoce, podríamos hasta quedar para merendar un día (invito yo) y debatir el tema con mayor profundidad.

    “Los/as docentes, por el hecho de serlo, no carecemos de defectos, pero sí podemos ser mucho más responsables y consecuentes en nuestro trabajo. No podemos exigir al alumnado las cosas que ni siquiera nosotros mismos cumplimos y, por ende, deberíamos exigirnos más a nosotros mismos. Debemos ser más humildes y abrazar una autocrítica permanente y necesaria.” Así comencé mi comentario en el post de Montse al que he hecho referencia más arriba. Creo firmemente en la autocrítica, en el examen de conciencia y en la humildad, por eso no aportaré aquí otros casos que no sean los míos propios.

    Mi primer año de docencia, en el Bachillerato de adultos del turno nocturno, por inexperiencia y bisoñez, pensé que podía dar las clases en plan magistral. El alumnado, tras algunas semanas, me hizo notar que no me seguía, que se aburría y que no le gustaba mis clases. Cambié radicalmente mi sistema: profesor y alumnado quedamos bastante satisfechos con el cambio y sus resultados. En el ejercicio de la jefatura de estudios en estos últimos cuatro (cinco con éste) cursos académicos me han sucedido bastante anécdotas de las que he aprendido muchísimo. La alumna Ainoha A. F., en el curso 2003-2004, mi primer año como jefe de estudios, me dio una gran lección: me hizo ver que había cometido una injusticia no admitiendo su solicitud de cambio de grupo (ella cursaba entonces 4º de la ESO). Rectifiqué, por fortuna, a los pocos minutos. Terminó el curso pasado 2º. de Bachillerato con nota media de sobresaliente. Unas días antes del acto de la orla de final de curso los dos nos reíamos buenamente recordando aquel episodio. Hace dos cursos académicos, me encontré con un caso de insultos y menosprecios de una alumna de 4º de ESO a otra compañera de su clase. Una tercera, amiga de la primera, estaba también implicada. Tras mediar con las alumnas durante varias horas, algo cansado y ya nervioso, amenacé a la tercera alumna en discordia. Al día siguiente acudieron sus padres para hablar conmigo y me hicieron ver que había obrado mal. Les expliqué la situación y su gravedad, me disculpé con ellos, hice llamar a la alumna y ante sus padres me disculpé con ella igualmente. Son tres casos, tres ejemplos. Todos los profesionales, en el ejercicio de nuestro trabajo, cometemos errores, más o menos los mismos. La diferencia estriba en que unos/as somos capaces de reconocerlos, de pedir disculpas y de aprender de ellos; otros/as, jamás harán ninguna de estas cosas.
    Quisiera pedir disculpas por la extensión del comentario y felicitar a todos/as los/as claustrales por la buena marcha del CIO. Un fuerte abrazo.

    Comentarios por Ricardo L. Rodríguez — 3 diciembre 2007 @ 9:43 pm | Responder

  6. Llevo enseñando solamente seis años. Aún recuerdo mi primer año: no tenía ni idea del sitio en el que me había metido; era un profesor autoritario, que creía que debía encontrarse un aula llena de alumnas y alumnos fascinados por mi materia o, en caso contrario, recibirían el calificativo de vagos por mi parte. Tuve muchos problemas con dos de los cuatro cursos a los que impartía docencia y, lejos de darme cuenta, proseguía en mi empeño responsabilizando a las n-1 opciones de mis problemas. Obviamente, no caí en que mucho podía haber hecho yo y que, gran parte de los problemas, los había suscitado yo mismo. Como todo es recuperable, al curso siguiente, nuevo centro, reflexiones y nuevos modelos a seguir que en un primer momento no hicieron sino confundirme ¿era posible tener un trato ameno con el alumnado y hacerles rendir en el plano académico? Aquello chocaba con mis inmediatas experiencias y con algo que dentro de mí, me decía que era el camino correcto. Años después, creo que he acertado y que estoy en el camino: la mayor parte de mi alumnado me tiene en consideración, me saluda o me para por la calle, me recuerda y me agradecen este trato o aquel; además, conseguí extraer de ellas y ellos compromiso por mi asignatura y el tan preciado rendimiento; yo me siento más a gusto porque los trato como lo que son: personas; aunque a veces falle y no sea todo tan perfecto como me gustaría. Lo duro: la incomprensión de algunos compañeros, bueno, duro si es que te importan (ahora sé que jode que te digan eso de: «la amiguita de los niños», Montse, pero si no fuera por ti no me habría dado cuenta de que para enseñar tienes que comprender, entender y querer). En muchos círculos soy el amigo de los niños y jamás he estado más de acuerdo: mis niñas y niños están comprometidos conmigo, con mi asignatura y son capaces de dar lo mejor de sí mismos en el plano académico y en el personal. Ése es el alumnado que quiero y no un grupo de adolescentes entrenados para decir «sí señor, de acuerdo señor». No quiero tarimas que me alejen de ellas y ellos, yo intentaré contagiarles algo de mi pasión y ellas y ellos que me contagien con su alegría. Todos ganamos, yo, desde luego, gano con este trabajo y gano porque la dueña de este blog supo sacar de mí aquello que llevaba escondido.

    Para terminar, me gustaría hablar de actividades positivas, cosas que generan resultados realmente fascinantes. Comenzó siendo una tontería pero el caso es que todos los años grabamos un anuncio en Economía y Organización de Empresas. Resulta impresionante ver cómo se cohesiona el grupo, ver sus caras, sus ganas, comprobar lo creativos que son y las ganas que le ponen a las cosas por no hablar del ambiente que se genera en el aula. Esto, que en este mundo rancio de la educación, parece más bien invitar al mismo demonio a cenar, ya lo saben hace mucho tiempo en otros lares. Las personas, motivadas, tratadas como personas, reconocidas su valía y su trabajo, siempre darán lo mejor de sí.

    Saludos cordiales!!!!!!!!!!!

    Comentarios por Ramón — 4 diciembre 2007 @ 12:12 am | Responder

  7. Ricardo,

    Me queda bastante lejos Gran Canaria, aunque debe ser digna de conocer una persona persona que se entretiene en corregir las concordancias en la sección de comentarios.

    Un saludo cordial, y siga con salud.

    Comentarios por holmes — 4 diciembre 2007 @ 12:35 am | Responder

  8. Bueno, parece que esta fuera de contexto pero…. Hey Montse!!! ¿Que tal? Espero que todo vaya bien y esas cosas que ya hablaremos en su momento. Bueno respecto a los comentarios y tema que tienes en tu blog, creo que me viene a la cabeza un caso en el que la ayuda del alumno al profesorado llegó a un punto en el que esa ayuda se convirtió en un trabajo y ese trabajo se convirtió en algo imprescindible para poder seguir con el temario. Supongo que no será el único caso que hayas encontrado, pero…. ¿hasta esos límites? ¿Tan dificil es encontrar un profesor especializado en una materia? Siendo que se han dado casos en el que un profesor de filosofía se haya visto obligado a impartir lengua castellana siendo que no es su especialidad. Pero claro. El «buen rollo» entre docentes no permite la entrada de nuevas incorporaciones por miedo a..¿Que?¿Por miedo a una revelación en su contra? Me parece que algunos deberían ir quitándose la sábana de encima y empezar a dedicarse a lo que se tienen que dedicar (y dejarse de cafés,copas y puros). Y si alguien critica mi opinión, que empieze, que tengo tela para un rato. JEJE. Sin gana de entrar en polémicas, Juan Carlos Ortiz Pons. Un saludo

    Comentarios por Pons — 4 diciembre 2007 @ 1:45 pm | Responder

  9. He leído de nuevo todos vuestros mensajes. Comparto la gran mayoría de las cosas que decís. Así, en forma de lluvia de ideas esto es lo que he sacado:

    cohesión grupal, humildad, autocrítica, cambiar, aprender, rectificar – Hay mucho más pero estos conceptos son los que más me han gustado y además los comparto. Desde ahí os quiero contar mi experiencia.

    Este año formo parte de un equipo con un grupo de esos singularmente difíciles. Chicos que para dirigirse a mi emplean frases como: embustera, drogada, que te follen, que te salga un cáncer, te vas a enterar ¿sigo? No hará falta. Me imagino que entendéis qué quiero decir con que son «singulares». Me han contando que es lo contrario a «ordinarios». No está mal.

    De este grupo hay uno expulsado durante un mes. Dicen que lo han visto con los del mercado de la droga del barrio. Lo expulsaron por algo que hizo en el patio dentro de su línea singular. Supongo que a este chico ya no lo volveremos a ver por aquí.

    El resto siguen, vienen a clase diariamente; de no saber dividir están ahora dividiendo ya por decimales. Eso sí, el “follar” está presente en dos de cada tres palabras que utilizan. Pero por lo menos siguen pensando que este edificio no les es completamente hostil. Algunas de las personas con las que se relacionan, por ej. sus profes, tampoco les resultamos hostiles a todas horas. Mientras que sigan viniendo algo podremos conseguir. Mientras que sigan relacionandose con chicos y chicas ordinarios, estaremos dando un paso adelante. Y a estos últimos también les estaremos dando la posibilidad de entender que la diversidad nos hace grandes. No vaya a ser que de tanto vivir entre gente perfecta terminen todXs anoréxicos. Mis chicos singulares agradecen y necesitan ver actitudes respetuosas; así pensarán que el respeto existe y ¿quién sabe? quizás hasta es algo contagioso.

    Por eso a mi lista añadiría respetar y dudar.

    Lo de dudar lo pongo porque lo leí en algún sitio y me gustó: “Cuando enseñéis algo, enseñad a dudar sobre lo que estáis enseñando”.

    Comentarios por Yolanda jb — 4 diciembre 2007 @ 11:35 pm | Responder

  10. Ahí va una experiencia negativa-positiva:

    Alumno de 1º de ESO con famili absolutamente desestructurada (padre ausente-violento, madre ausente-trabajando, hermanos mayores drogadictos, etc.). Se comporta en clase queriendo llamar permanentemente la atención, lo que provoca, a veces, expulsiones de clase y reiteradas estancias en el aula de convivencia. Va interiorizando progresivamente el estigma de «chico malo», reforzado por las sucesivas expulsiones, gritos, peleas, etc. Por ese camino iba directamente a la delincuencia y al abandono del sistema educativo. Cansado de las reiteradas expulsiones, lo saco un día de clase y le propongo ser su tutor personal, dándole la importancia de que «el director» sólo lo tiene a él como alumno tutorizado. Quedo con él en que todos los días venga a verme a las 8’30 de la mañana y hablamos cinco minutos antes de entrar en clase, añadiéndole dosis de elogios-piropos que le desmontan el papel de «malo». Le muestro confianza ilimitada en sus posibilidades, repitiéndole constantemente el mensaje «tú puedes», «yo confío en ti», «es un pacto personal», «no me traiciones», «te valoro especialmente», «ya verás lo contento que terminas el curso», etc.

    …Y el que era un caso perdido, literalmente un predelincuente, comienza poco a poco a ver desmoronarse su personaje. Sigue llamando la atención, que probablemente es lo que le falta en casa, pero está aprendiendo a hacerlo en positivo: «mira Juanjo, me han puesto un siete», «el director es mi tutor». En definitiva, se siente un alumo inportante, pero para bien. Y ese paso, el valorarlo positivamente de antemano, en contra de la realidad inmediata, debemos darlo a veces antes. No tengo que esperar a que un alumno se porte bien para decirle que es muy bueno. Justo cuando peor se porta, le cambio el mensaje, le fomento altas dosis de autoestima, lo valoro como único, imprescindible, y busco la raiz de su actitud. ¿Necesitas atención y l pides a base de conflictos? Pues te la voy a dar, en enormes dosis, siempre que avanzemos día a díaen positivo.

    Esto, que Ángel (el alumno) va trabajando a diario, se dedican a desmontarlo y destrozarlo dos o tres profesores. Forma de arreglarlo: ojo, es mi alumno, la dirección del instituto confía en él, ni se te ocurra expulsarlo, que ya verás que va trabajando en su porpio comportamiento. Y lo va haciendo, aunque, de vez en cuando, a Ángel se le va la cabeza y la lía, pero ha aprendido a pedir(me) perdón, sabe que pr ese camino va fatal, que así no le presto atención.

    Seguimos trabajando a diario, me da la mano a diario a las 8’30 y se siente todo un alumno importante. Poco a poco, cámbiale el mensaje, dale autoestima, confía a ciegas… En el caso de Ángel va saliendo bien.

    Volveré con algún otro caso.

    ¡Saludos!

    Comentarios por Juanjo — 6 diciembre 2007 @ 2:38 pm | Responder

  11. «esto se dedican a desmontarlo y destrozarlo dos o tres profesores » JO JO JO me parto¡ forma de resolverlo, ojo es mi alumno, no se te ocurra expulsarlo JO JO JO me parto¡

    Se podrá ser más fatuo? apadrina un chaval 5 minutos al día y se dedica a amenazar -desde su posición de director- a los que tienen que tratar con él, y lo cuenta el tío¡

    Comentarios por Kartesio — 6 diciembre 2007 @ 5:12 pm | Responder

  12. Montse,

    Censurar los mensajes simplemente porque no coinciden con tu posición no es muy democrático.
    Espero que tu claustro ideal no sea una reunión de inquisidores.

    A mi parece que la posición de Juanjo es demagógica (y ventajista): trata con un chico unos minutos cada día -ayudado de su posición de director- y después -aprovechando esta posición de superioridad- amenaza a los profesores que deben tratar con ese alumno. No me gustaría tener un director de esa guisa en mi centro..

    Comentarios por kartesio — 6 diciembre 2007 @ 8:16 pm | Responder

  13. Kartesio yo no censuro nada; sin embargo tú no dejas de juzgar constantemente a quien no conoces. Yo sí quisiera tener a un director como Juanjo. Además, si no te gusta nuestro CIO no acudas a los claustros, ya tenemos bastante con los claustros reales que tenemos, déjanos que nos hagamos uno ideal como nos dé la gana. Hazte tú el CIO que te interese. ¿O es que también te vas a meter en nuestros sueños?

    Juanjo, a mí me parece una buena actuación y estoy de acuerdo con lo que dices de que muchas veces lo que una/o hace se lo deshacen otras/os unas/os. Un abrazo.

    Saludos, Montse.

    Comentarios por Montse — 6 diciembre 2007 @ 9:53 pm | Responder

  14. Kartesio:

    Tu desconocimiento sólo es comparable a tu atrevimiento y capacidad de no entender nada. ¿Dónde he escrito yo que SÓLO trate a Ángel cinco minutos al día? He dicho que así comenzamos en día, y así se orienta él mismo su ánimo y prdisposición para la jornada. ¿Dónde has leido amenzas por mi parte a ningún profesor? «Ni se te ocurra expulsarlo» no es amenazar, es enseñar otras posibilidades, es decir «estamos trabajando en otra línea», es frenar la espiral de las expulsiones, de las exclusiones, es apostar por un alumno por encima de determinadas actitudes de profesores que, seguramente, serán muy de tu gusto. Evidentemente, no has entendido nada de nada. Aprende a leer, o a entender.

    Montse: menuda te está cayendo en el blog, entre el Holmes ése, este Kartesio, la inepta de la justicia.

    ¡Ánimo y saludos, Montse!

    Comentarios por Juanjo — 6 diciembre 2007 @ 10:57 pm | Responder

  15. Yo creo que o Kartesio ha entendido mal las palabras de Juanjo, o soy yo quien las entiende de otra manera… a ver, cuando Juanjo dice; «ojo, es mi alumno, la dirección del instituto confía en él, ni se te ocurra expulsarlo..» creo que no se está amenazando a los profesores, sino como… una recomendación, un consejo, un «no lo expulses» porque si lo haces el alumno en lugar de avanzar retrocederá, creerá de nuevo que es un lastre… no entendiéndolo así como un «no lo expulses» porque es mi alumno predilecto y habrá represalias si lo haces, no lo expulses porque es «mío». Es cierto (sinceramente) que leyéndolo así deprisa suena mal Juanjo, pero sabiendo un poquito como eres, se entiende (vamos, creo que es eso lo que quieres decir, ¿no?), que si constantemente intentas perseguir al alumno y buscar solo su lado negativo, no se va a conseguir nada, darle un voto de confianza… y una forma de anticipar al resto de docentes su probable mejora.

    Y supongo que aquí la cuestión es que el alumno se sienta importante, querido en el seno del centro; pero no queriendo decir que el director solo se centre en ese alumno y sea realmente «su predilecto», ¿no?, vamos que le ayudas y confías en él personalmente, para que se sienta valorado, pero realmente supongo que harás lo mismo con el resto pero no tan explícitamente… no sé si me explico…

    En todo caso, que siga.
    Un saludo!

    Comentarios por Mari — 6 diciembre 2007 @ 11:06 pm | Responder

  16. Has entendido perfectamente, Mari.
    «ojo, es mi alumno, la dirección del instituto confía en él, ni se te ocurra expulsarlo, que ya verás que va trabajando en su propio comportamiento«. ¿No está claro en lo que pongo aquí en negritas?

    El caso que cuento es de urgencia e importancia, literalmente casi un predelincuente, y por eso requería intervenciones especiales. He contado un caso, no tengo tiempo de contar, uno a uno, qué hacemos con más de doscientos/as alumnos/as. Lo dicho, Mari, perfectamente entendido.

    ¡Saludos!

    Comentarios por Juanjo — 6 diciembre 2007 @ 11:31 pm | Responder

  17. Claustro Ideal Oficial 3

    Presentación de un caso múltiple.

    Entorno y contexto.

    • Barrio muy estigmatizado de una importante ciudad cercana a Barcelona.
    • Población mayoritaria perteneciente a una etnia minoritaria concreta.
    • Centro: Escuela-taller ubicado en un centro de educación secundaria obligatoria.
    • Objeto del centro: formación ocupacional compensatoria (mantenimiento edificios) para las personas que no han conseguido el graduado escolar correspondiente.
    • Los cursos estaban financiados por la CEE y eran gestionados por los Departementos de Treball y de Ensenyament.
    • Profesionales: Directora (pedagoga). Monitor de mantenimiento (educador y electricista). Monitor de pintura (licenciado en filosofía y pintor) y monitor de albañilería (albañil).

    Alumnado:
    • Chicos/as de 16 a 18 años.
    • El alumnado llegaba al centro a través de diversas vías: el propio instituto u otros de la zona, los Servicios Sociales de la localidad, a través de los Delegados de Asistencia al Menor (Justicia de Menores) o derivados de la Oficinas de Trabajo de la Generalitat.
    • Desmotivados para estudiar. Según sus propias palabras iban al centro por la beca que recibirían al finalizar el curso. Otros iban forzados por la familia o por la justicia.
    • Uno de los alumnos (18 años) nunca había estado escolarizado: el señor X. Su actitud en clase era insoportable: pretendía coaccionar continuamente a sus compañeros (y al educador), insultos, amenazas de palizas, amenazas de decírselo a su clan para que te apalizaran, escupía en el suelo, interrumpía continuamente: no permitía ningún tipo de actividad educativa.
    • Otro alumno, señor Z, estaba por mandato judicial y en tratamiento psiquiátrico por su agresividad y deterioro mental por consumo de pastillas.
    • El alumnado en general no respetaba nada y a nadie. De entrada se ponían de acuerdo para boicotear las clases y no poder avanzar: preguntas y más preguntas oportunas e inoportunas, no hacer el más mínimo caso a las explicaciones, insultos continuos, amenazas, peleas, payasadas. Todo un festival; como para salir corriendo.
    • La ratio era de 10 alumnos por educador. Pero la media de asistencia estaba sobre 5 a 7 alumnos por clase. El absentismo era elevado aunque una norma del centro preveía la expulsión para los alumnos que faltaran a clase tres veces en un mes sin justificación.

    Una estrategia básica que utilicé consistió en darles un reconocimiento explícito al valor de cada uno de ellos. Darles confianza, respeto y consideración, además de romper sistemáticamente los prejuicio y dogmas más viscerales. No pasar por alto ninguna acción o comentario insultante, ofensivo, desvalorizante o impertinente con respecto a nadie. Había que construir un lugar donde tuviera cabida la dignidad de todos. El contenido era secundario ante cualquier insulto, acto racista, sexista o de menosprecio.
    Los alumnos se identificaban plenamente con los prejuicios y estigmas que operan, cual atributo innato, en determinados barrios. Justificaban sus actitudes y comportamientos por vivir donde vivían o por pertenecer a la etnia a la que pertenecían. Ante tales actitudes, algunas de las cosas que yo les planteaba eran más o menos así:
    – (yo) ¿Qué pasa en este barrio? Les pregunté lleno de curiosidad.
    ¿Es que sólo hay chorizos, ignorantes, drogadictos, camellos y putas?
    La cara les cambió de repente.
    – (ellos) No. Aquí hay de todo… pero el barrio se las trae.
    ¿Pues eso, si aquí hay de todo porqué vosotros vais de marginales y fracasados? Yo podría entenderlo si fuerais tontos… pero vosotros de tontos tenéis lo que yo de monja… Por eso no lo entiendo. (revalorizarlos)
    ¿Lleváis 8 o 10 años escolarizados y que habéis conseguido?…Venís a calentar la silla. Lo mismo os da aprender que no aprender. ¿Es que sois masoquistas? (provocación)
    ¿No os importa vuestra propia educación y formación? ¿No os importa vuestro futuro? (Incitarlos)
    ¿Y vosotros vais de “puestos”? (cuestionarlos).

    De entrada el temario oficial que tenía que dar lo dejé bien aparcadito porque no se adaptaba ni a las necesidades ni a las posibilidades reales. Me centre en los contenidos básicos de dos áreas: ética y lenguaje. Había que trabajar principios, valores, actitudes y lenguaje y comunicación. Los temas se relacionaban de una u otra manera con cosas concretas que ocurrían en clase o a partir de los comentarios de la clase, noticias de la prensa escrita o de la TV. Su actitud en relación a que les diera clases de lenguaje o ética cambió desde las primeras clases (no me centré en enseñarles a escribir o leer sino en la importancia de saber leer, escribir…). A través de algunos ejercicios preparados los enfrento de repente con sus propias responsabilidades, con sus propias elecciones y sus propios valores). Ej. Cojo un texto de un libro y pido un voluntario para leerlo, de repente, les cambian las caras. Nadie se presta voluntario. Le pregunto a uno de los alumnos si quiere leer y me dice que no; le pregunto a otro y me dice que no. Los miro uno por uno como esperando a que alguien quiera leer. Entonces aprovecho para decirles que no les tiene que dar vergüenza no saber leer o leer mal sino no querer aprender. (Silencio casi absoluto roto por alguna voz de fondo que dice: ¡que cabrón!)
    En los días siguientes insisto en los mismos temas, me repito y repito con ejemplos de todo tipo hasta que desde el primero al último me convencen que comprenden porque es importante el lenguaje o qué es la dignidad humana o si la vida digna es un valor importante. Había que romper el prejuicio de que la vida es una mierda.
    Era un grupo muy bruto pero con muchas posibilidades casi todos tenían un gran potencial para desarrollar.
    Una de mis estrategias consistió en contextualizar su situación e intentar que reflexionaran acerca de cuál era el papel que ellos estaban jugando y que ya era hora de crecer un poquito (que por la edad que tenían ya les tocaba). Ya no eran niños y eso tenía que notarse. Si querían ser tratados como no-niños ellos tenían que comportarse como no-niños Concienciarlos de despojarse de las marcas y prejuicios sobre el barrio y sobre ellos mismos (marginado, fracaso escolar, no valer para estudiar, conflictivos y otros peores). Les expliqué que ellos estaban en un centro con una etiqueta de fracaso. Que había que darse cuenta y no jugar el papel del “malo de la película”. Les hice ver que ellos estaban allí por vagos unos y, por despreocupación, casi todos pero también, en parte, por pobres: si fuesen ricos nunca hubieran llegado a aquel centro cuasi parking.
    Otra de las estrategias tiene que ver con el humor. Los hacía reír. Las clases eran bastante amenas. Me esforzaba en hacer clases divertidas.
    Hubieron muchos incidentes, algunos muy graves que me llevaron a plantear la expulsión definitiva de un alumno (señor X) pero la dirección del centro se negaba porque eso significaba el riesgo de cerrar el módulo y el riesgo de que no se lo volviesen a conceder (pérdida de subvención). No me quedó más remedio que plantear que si no se tomaban medidas con este alumno, entonces, sería yo quien decidiría marcharme. La dirección del centro lo tenía claro: prefería que me fuese yo a expulsar a este chaval: así lo expulsan sólo durante una semana para ver si se calmaba o algo. Pero por “cosas de la vida” el alumno es detenido por haber robado armas en un cuartel de la Guardia Civil (varias pistolas y subfusíles) y no volvió más al centro.
    Otro tema complicado de gestionar tiene que ver con tener en el aula a un joven por mandato judicial, en tratamiento psiquiátrico y sin que nadie te informe de nada. Me acabo enterando primero por los demás alumnos y después por él mismo. Lo primero que me llamó la atención fue que ni el señor X quería saber nada con él. Lo conocían y lo tenían catalogado como loco y como peligroso. Ante la indiferencia, la falta de sensibilidad, la aparente incomprensión e inhibición de la directora del centro a tomar alguna medida y ante las características que presentaba este chaval (delito con sangre y estado mental muy deteriorado y evidente a simple vista) me hago el loco para no ponerle ninguna herramienta peligrosa en la mano ante lo cual soy convocado a una reunión: inspector, directora escuela-taller, director y subdirector del IES para preguntarme porque me resistía a que este grupo hiciera determinada trabajos prácticos con determinadas herramientas. Cuando les planteo el ambiente del aula y les cuento la situación legal y psiquiátrica dicen no saber nada del asunto, no estar informados: evidentemente alguien mentía o era muy incompetente.
    A partir del tercer mes la cosa funcionaba lentamente pero en una dirección que me costaba de creer. La cosa iba bien. Una vez desaparecido el señor X y derivado a otro centro más adecuado el señor Z el ambiente de trabajo cambió radicalmente; el grupo estaba en condiciones de acometer una formación de tipo más ocupacional. El grupo dejó de tener actitudes provocativas o de boicot, de reír las gracias e impertinencias y el ambiente comenzó a ser agradable. A partir del cuarto y quinto mes pude introducir en el aula los contenidos originales relacionados con la formación ocupacional. Prácticamente tardé unos cinco meses en crear un ambiente mínimo de respeto y optimo para el estudio y el aprendizaje. Todo esto teniendo en cuenta que ni la directora ni los otros dos educadores de la escuela-taller estaban a la altura de la problemática presentada: ejemplo, la directora me pedía que leyera cada día varias veces las normas del centro, pero cuando los alumnos las incumplían sistemáticamente, entones, según ella las normas “sólo estaban de adorno”. O cuando intentaron golpearme con una silla en la cabeza le pidieron al chaval que me pidiera perdón y a mí me pidieron que las aceptara para que no fuera a enfadarse. O cuando me disponía a citar a los padres del señor X y la directora y otro educador me pidieron desesperadamente que no lo hiciera porque entonces podríamos tener serios problemas con un determinado clan del barrio. ¿Os imagináis un centro de estas características sin normas a las que atenerse? Un caos donde las dinámicas de funcionamiento no las marcan los profesionales sino los alumnos y el miedo a sus padres.

    Evidentemente el desgaste físico y mental fue elevado y por el camino se quedaron algunos alumnos que no pudieron soportar el ambiente de los primeros meses (abandonaron por no soportar al señor X). Pero finalmente, gracias al azar, se pudo crear un ambiente aceptable y digno tanto para todos y cada uno de los alumnos como para mí.

    En fin, a grosso modo, he aquí un ejemplo y su análisis.

    Un saludo.

    Comentarios por J. A. Pérez — 7 diciembre 2007 @ 8:04 pm | Responder

  18. Suponía que la I de CIO era de Ideal. Eso no significa que todos estemos de acuerdo con todo lo que dicen los demás, sino de poner puntos en común y puntos en desacuerdo, y aprender unos de otros.
    Suponía que al CIO estábamos convocados aquellos a los que nos gusta y nos preocupa la enseñanza, y no terminamos de encontrar nuestro sitio en los Claustros Ordinarios (No digo que no lo sea, pero Kartesio no parece uno de ellos). Lo digo para avisar de que yo no tendría ningún reparo en quitar mensajes que no aportan nada positivo, pero sí le restan valor a la I.

    En fin, voy con lo nuestro: No voy a contar mi caso con pelos y señales, porque en esencia va de lo mismo que los dos ya expuestos, solo decir que añadáis a la lista a Ceci, una chica que había abandonado las clases de matemáticas y, después de algunas charlas en la Biblioteca sobre anarquismo, sectas y religión, retomó el hilo. La cara de satisfacción después de hacer un problema de matemáticas («¡Me ha salido!¡Me ha salido! Es un problema de Matemáticas y me ha salido») creo que no la olvidaremos ni ella ni yo. Todavía no hemos perdido el contacto. Ella sigue odiando las mates («en eso no hay nada que hacer») pero ya trabaja y sabe que son necesarias.

    Por supuesto, no todos son casos positivos, no siempre se encuentra el punto débil de los alumnos a recuperar. Por eso me gustan los CIOs. Vuestras experiencias quizá me sirvan en el futuro. Aprendo mucho por aquí. Muchas gracias.

    Comentarios por da-beat — 7 diciembre 2007 @ 9:43 pm | Responder

  19. En primer lugar, agradezco a Montse el que nos haya dado un amplio margen de tiempo para participar. Es verdad que la «examinitis» se acentúa en las postrimerías del trimestre.

    En segundo lugar, creo que los comentarios no deben censurarse salvo en caso de que sean muy ofensivos, no aporten nada al debate y la actitud de quien proceden incurra en el mero boicoteo sistemático. «Kartesio» y, antes, «Holmes» no han llegado a tanto… En mi opinión, han sido irrespetuosos en sus formas, lo cual resulta siempre más cómodo desde su anonimato. No se les debe, por tanto, «expulsar» sin más. Se les debe responder (tal y como ha hecho Ricardo) con asimétrica educación, refutándoles en aquello en lo que no tuvieran razón, o dándoselas si fuera el caso. En ese sentido, se les debe dar una oportunidad (y más de una), como hizo Juanjo en su relación con su «chico malo». Eso sí, se debe ser inflexible con ellos en lo relativo al respeto: son las normas básicas (si me lo permiten ustedes) de este CIO. Por eso, si la cosa se volviera insostenible y fracasáramos en la labor de incluir a Kartesio, a Holmes o a cualquier otro en un debate constructivo y respetuoso, el último recurso (previa advertencia) debería ser, por supuesto, su «expulsión» del CIO (censurándolos), como bien reclamaba J. A. Pérez en relación a su «señor X».

    Sirvan, pues, las mencionadas actitudes y acciones de Ricardo, Juanjo y J.A.Pérez, como ejemplos de «buena praxis». Y no, no piensen que lo digo meramente para «hacerles la pelota». Es un elogio interesado: ya tengo hecha parte de la tarea que nos ha propuesto Montse.

    Vayamos a los ejemplos de «mala praxis».

    Empezaré confesando que este es mi tercer (y último) año como jefe de estudios de un IES. Digo «confesando» porque es muy difícil en esta profesión decir que estás desempeñando un cargo directivo sin que te lluevan palos o sopapos… La prueba la tenemos aquí: la bilis de Kartesio y de Holmes sólo se ha desatado contra un director y un jefe de estudios (de Claustros reales), únicos cargos directivos «confesos» en este post.

    El balance que hago los resumen estas 3 frases que proféticamente me avanzó la anterior jefa de estudios al pasarme el testigo: «Aprendes mucho», «Es muy ingrato», «Tienes la posibilidad (limitada, pero mayor que la del resto del profesorado) de cambiar cosas (a mejor, se entiende)» y «Todos deberían pasar alguna vez por este cargo».

    Insistiré aquí en el segundo y el cuarto enunciado.

    Al leer el comentario de Ricardo (véase su comentario a un post de Monste anterior, no a éste) me he visto absolutamente identificado (por cierto: tuve el honor de recibir sabios consejos suyos antes de empezar a ejercer; él es la única persona de este CIO que conozco en persona). Y es que retrató allí fielmente todo lo que desde la jefatura «se ve». La jefatura se me antoja como un observatorio (ya Juanjo habló sabiamente en su blog de «panóptico») o, a veces, como un estercolero. Es el lugar desde el que se ven todos (es un decir) los problemas y al que llegan todos los «marrones». También la dirección lo es. Pero creo que en menor grado: allí sólo llegan los marrones realmente chungos, tras su paso previo por la jefatura, que ejerce una función de filtro o criba.

    (Aunque también depende de cómo entienda el director su cargo y de cómo se repartan las tareas en el equipo directivo; lo de director como tutor afectivo sospecho que no es muy habitual y que es una idiosincracia de Juanjo).

    A lo que iba: la jefatura es un observatorio de todo, de lo bueno y de lo malo. No voy a poner ejemplos concretos. Me cuesta quedarme sólo con uno. En mi IES tenemos de todo: desde profes de guardia que se esconden durante las mismas hasta profes que han llegado entre ellos a las manos (por hablar de vicios); desde profes que se preocupan por el orden y cumplimiento de las normas de convivencia incluso si no están de guardia hasta profes que acometen con sus alumnos una hazaña educativa semejante -bueno, no tanto- a la que nos ha contado J.A. Pérez (por hablar de las virtudes).

    Como Ricardo ha hecho ya esta enumeración en un comentario a un post anterior, remito a los claustrales al mismo y me eximo de repetirla.

    Y pongo un ejemplo de mala praxis del profesorado de mi propia cosecha: la tendencia frecuente a culpabilizar a «los de arriba» de todos los males.

    Si somos profes, nos quejamos de la incompetencia de los cargos directivos; si somos cargos directivos, nos quejamos de la incompetencia de la Administración; si tenemos algún cargo en la Administración, nos quejamos de la incompetencia de los políticos «de más arriba» (que en Canarias es un «más arriba» geográfico… también aquí, como en el País Vasco, nos libramos de toda responsabilidad con el facilón «la culpa es de Madrid»)… En realidad, este razonamiento nos debería de resultar familiar. Lo oímos muy a menudo en boca de nuestros alumnos: «La culpa es del profe».

    Criticar a «los de arriba» y, en concreto, a los equipos directivos es necesario y deseable. Pero como sale gratis, a menudo se incurre en ello con excesiva inercia y sin conocimiento de causa.

    A los cargos directivos les interesa que el profesorado de su Centro esté contento. Es absurdo pensar que hacen todo mal de mala fe, por «jeringar». La otra opción de esta disyuntiva es que lo hacen todo mal (pese a su buena fe) por incompetencia. También me parece un poco rara (aunque posible) esta segunda hipótesis.

    Se oye muy a menudo esta disyuntiva aplicada a «los de arriba»: o incompetentes o malos y perversos.

    ¿No cabe otra posibilidad? A saber: que NO todo lo que hacen está mal hecho. O que no todo lo que está mal hecho depende de ellos.

    Antes de estar como jefe de estudios, yo razonaba igual. Los cargos directivos, o al menos la Administración, cumplían una función psicológica importante: la de chivos expiatorios. Esta profesión da muchas frustraciones y alguna satisfacción también. Tiene algo que siempre me ha llamado la atención: todo es siempre perfectible y mejorable. Nunca queda uno enteramente satisfecho. Nunca podemos calificar el proceso de enseñanza-aprendizaje con un 10. Siempre se pudo haber hecho mejor la cosa en esto o lo otro. Pues bien: cuando algo falla porque la solución es muy compleja, lo más sencillo es apelar a Mordor.. perdón, quise decir «a la Administración». Y además, muchas veces sin proponer nada concreto a la misma, salvo un toque magistral de varita mágica: «que la Administración haga algo y le dé solución este problema».

    Este discurso es psicológicamente catártico (una diatriba en un Claustro o CCP contra la Admnistración -y supongo que contra los equipos directivos en la cafetería del insti- sirve de desahogo a quien lo pronuncia y de catarsis a quienes lo escuchan). Además, está en consonancia con cierto perfil o identidad política de izquierdas: crítica permanente al poder (a «los de arriba»), espíritu combativo, etc.

    Quizás estas dos explicaciones hacían que simpatizase con este discurso contra «los de arriba».

    No obstante, tras 3 años en este observatorio-estercolero mi punto de vista ha cambiado.

    En primer lugar, porque he podido comprobar cómo algunos de aquellos a quienes tanto admiraba por sus beligerantes diatribas en público contra la Administración, contra las permanentes «situaciones insostenibles e intolerables» a las que estábamos sometidos los profesores (profesores de los que pensaba, al escucharlos: «¡ojalá fuéramos todos como él/ella!»), son, luego, vistos desde el panóptico de la jefatura, lo primeros en no predicar con el ejemplo (de esto se ha hablado al comienzo de este CIO) y los primeros en «escaquearse». Y esto incluye: esconderse en sus guardias, llegar tarde a clase, irse del Centro en las complementarias y lectivas sin alumno, no jugar limpio con los nuevos en el reparto de horario, etc.

    En segundo lugar, porque estar aquí me ha permitido conocer mejor los temas y problemas de los que se habla, como no podría ser de otro modo. Y al oír de nuevo aquellas diatribas me han resultado, ahora, simplonas, fruto muchas veces del desconocimiento, la desinformación y del haberse instalado vitaliciamente en el club de los enemigos de «los de arriba».

    Y en tercer lugar, porque «los de arriba» no son los de arriba. Somos unos profes que hemos aceptado este reto y, al menos en mi Centro (y me consta que en esto no es una excepción), nadie quiere desempeñar un cargo directivo.

    Por eso Ricardo se quejaba de que hay profes que nunca han pasado por un cargo directivo. Eso no tiene nada de malo, siempre y cuando no se trate de alguien que sistemáticamente apela a la incompetencia o mala fe de «los de arriba»… A estos les diría: preséntese usted.

    Por eso he utilizado siempre las comillas al referirme a «los de arriba». Por eso he tratado de evitar decir «soy jefe de estudios». Prefiero el «estoy de jefe de estudios». Porque esto es transitorio. Tres añitos, una experiencia de la que estoy muy satisfecho en general. Pero de la que necesito descansar y pasar el testigo al siguiente de «los de abajo». Es como la dirección de este CIO: que todos hemos de pasar por ella. Si siempre fuera Juanjo (su impulsor) quien convocara, propusiera los temas, moderara y llevara la batuta… este Claustro dejaría de ser ideal.

    Por eso creo que para que nuestros claustros reales se acercaran al ideal, sería necesario establecer un sistema en el que los equipos directivos se sucedieran y todos pasaran por esta enriquecedora y formativa experiencia. Así hacían (los que eran ciudadanos) en la democracia griega. Así hacen en muchas comunidades de vecinos, en donde la presidencia rota anualmente, salvo casos excecionales de manifiesta ineptitud.

    Probablemente, si ello fuera así seríamos más ecuánimes y prudentes a la hora de criticar a «los de arriba». Pues no los veríamos ya como «los de arriba», sino como lo que son: compañeros nuestros, semejantes, profes que desempeñan transitoriamente una labor que -acaso- mañana nos podría tocar a nosotros. O así debería ser, según mi punto de vista.

    Hasta aquí mi ejemplo «concreto» de mala praxis.

    Me disculpo, nuevamente, por la extensión del comentario.

    Espero que no les resulte aborrecible tanta incorrección política: sé que la corrección política de defender a «los de arriba» en determinados ambientes raya la incorrección política.

    Tampoco quiero que se me malinterprete. No defiendo a la Administración o a los equipos directivos incondicionalmente. En Canarias en concreto no tenemos muchas razones para estar contentos con nuestra consejera de Educación. Sólo señalo y critico una TENDENCIA (o sea: no todos incurren en ello): la de criticar acríticamente a «los de arriba».

    Un cordial saludo.

    Comentarios por Andriu — 9 diciembre 2007 @ 12:46 pm | Responder

  20. Gracias Andriu por tu benevolencia. Pero la dueña de esta página no parece ser de tu propia opinión, pues no ha tenido a bien el publicar un comentario mio en el que matizaba mi posición con respecto al CIO y mis críticas a un participante -por supuesto nunca incluiré un insulto en mis comentario.

    Con todo, os seguiré leyendo e incluso haré algún comentario, aún dudando de que tengan a bien el publicarlo.

    Comentarios por kartesio — 9 diciembre 2007 @ 2:25 pm | Responder

  21. Kartesio, no publiqué tu último comentario porque en él insultabas a Juanjo y como muy bien dices tú, una cosa es discrepar y otra insultar y juzgar. No voy a permitir que juzgues negativamente e insultes a una persona a la que no conoces. Como dice mi hermana Elena, no voy a ser tan tonta de facilitarte el lugar donde difamar a gente a la que aprecio. Y eso no es falta de libertad de expresión, simplemente que en mi casa no se insulta a quien yo aprecio. Yo coartaría tu libertad de expresión si te impidiera hacerte un blog y decir lo que te parezca, pero eso no lo hago. Simplemente, insisto, en mi casa hay cosas que no están permitidas, es mi casa y son mis normas, no voy a ir a la tuya a poner las normas.

    Y para terminar, ya que vas dando lecciones a tod@s, empieza por aplicártelas tú mismo y deja de esconderte tras el anonimato, además no siempre el mismo. Repito, no publiqué tu comentario porque insultabas a Juanjo y eso no lo voy a permitir.

    Saludos, Montse

    Comentarios por Montse — 9 diciembre 2007 @ 2:45 pm | Responder

  22. No hay ningún insulto, y lo sabes. Una prueba de ello es que te he pedido que lo publiques. Tu si me estas difamando a mí con tus mentiras.

    Pero vista tu reacción te diré que no me interesa tu Foro.

    Comentarios por kartesio — 9 diciembre 2007 @ 2:51 pm | Responder

  23. Andriu: ABSOLUTAMENTE de acuerdo.

    Montse: gracias, creo que ganamos tod@s.

    Comentarios por Juanjo — 9 diciembre 2007 @ 4:12 pm | Responder

  24. Hoy no tengo tiempo para escribir más cosas. Mañana será otro día. Y además tengo muchos años para soportar impertinencias, prefiero escribir cuando se me haya pasado la irritación de leer al Sr. Kartesio. Este CIO no es de asistencia obligatoria, quizá te sientas mejor en otro foro, chaval. Te lo agradecerá mi artrosis, que empeora con los disgustos.
    Un beso, Montse, (y los demás), enseguida me sumaré a este tercer claustro VOLUNTARIO e IDEAL.

    Comentarios por Covadonga — 9 diciembre 2007 @ 10:52 pm | Responder

  25. Aunque ya he participado, me gustaría hacerlo una vez más para mostrar mi total acuerdo con Andriu, con el que me identifico plenamente en forma de pensar y actuar. También me gustaría apoyar incondicionalmente y enviar muchos ánimos (y un abrazo, si me lo permiten) a las personas como Juan José o J.A. Pérez que, trabajando en centros con alumnado con grandes problemáticas sociales, dan lo mejor de sí mismas día a día y creen firmemente en la educación en valores y normas.
    El/la anfitrión/a de una sesión del CIO debe calibrar las críticas o las discrepancias entre participantes, convirtiéndose así en el/la moderador/a. Entiendo que aquéllas enriquecen el debate. Mas quien descalifica, insulta o menosprecia, se descubre a sí mismo. Tal vez este tipo de intervenciones deberían dejarse publicadas para que sepamos quién es quién. La falta de identificación ya dice bastante…
    Creo que el/la Sr./a Holmes me malinterpretó y sacó unas conclusiones que no comparto, eso es todo. No estamos de acuerdo y ya está. Ninguno de los dos nos hemos faltado el respeto ni nos hemos insultado. Tal vez, por las palabras de mis comentarios no le gusto como persona; está en su pleno derecho. Ahora bien, yo creo que cada opinión debería ir acompañada de su argumentación correspondiente, para que se puedan entender las cosas. El/la Sr./a. Kartesio hace una crítica de la actuación de Juan José, riéndose y burlándose de la misma. Muy bien. Pero, me parece un mal camino; me parece que sería más constructivo que mostrara su desacuerdo con argumentos y no con risotadas, aunque, por supuesto, es muy libre de hacerlo como le plazca. Lo que ocurre es que no he entendido por qué no está de acuerdo con las medidas educativas (que yo las considero loables y muy acertadas) adoptadas por nuestro compañero Juan José. Un fuerte y cordial abrazo. Nuestro CIO sigue adelante.

    Comentarios por Ricardo L. Rodríguez — 10 diciembre 2007 @ 12:47 am | Responder

  26. Bueno, más vale tarde que nunca… Después de leer lo que habéis escrito, salvando los comentarios meta-CIO-ísticos, con perdón, reconozco que tengo poco que decir, por las circunstancias en las que yo doy clase: clases medias, poco problemáticas o conflictivas. Puedo al menos contar una experiencia con un alumno camino de una depresión, encerrado en esos años laberinto de carrera, en los que no recuerdas cuándo entraste, ni ves la salida, y con las matemáticas como auténtico obstáculo para salir adelante. Nos pusimos a trabajar de forma más personalizada, y se puso manos a la obra. Le fueron saliendo las cosas, un poco a la manera que cuenta da-beat (¡Me ha salido!), y poco a poco, por decirlo de alguna manera, dejé de ser necesario: salió de su pozo, y se vio con ganas y ánimos para seguir. Entiendo que es una fórmula que funciona en cualquier edad: atención, respeto, hacer caso… En la medida de lo posible, utilizo también el argumento de que están ahí para hacer algo, no para que el sistema haga algo con ellos… Recuerdo la frase: «Despierten en sus alumnos el dolor de la lucidez», de Luppi, en Lugares Comunes. Eso es lo que yo quiero hacer cada vez que entro en el aula, aunque no siempre es posible… Pero sigo en un camino que espero que llegue hasta ahí…
    En fin.
    Por cierto, y al hilo de otro comentario, odio las tarimas, aunque me enfrento a ellas a diario. Parece una tontería, pero obliga a recorrer en cada momento un poco más de camino hacia los alumnos…
    ¡Un saludo, y gracias por las CIO! Y gracias a ti, Montse, especialmente, ya sabes.

    Comentarios por Fernando — 10 diciembre 2007 @ 1:14 pm | Responder

  27. Hace ya días que recibí la invitación de Montse de sumarme al claustro… Tengo que decir que he releído varias veces todas las intervenciones y que quizá no tenga mucho que aportar, sobre todo porque, al no ser docente (lo fui, pero eso es otra historia de hace un millón de años, por lo menos), no tengo «casos» que exponer ni que examinar. De todos modos, sí puedo decir que, aparte exabruptos que no entiendo y que, en el fondo, ni merece la pena comentar a mi juicio, creo que hay muchas lecciones encerradas en lo que habéis dicho.
    Me ha llamado poderosamente la atención la intervención de J.A. Pérez. Quizá esa clase de actuación sea la única posible en un ambiente como el que señala, pero, para poder actuar así, hacen falta mucha «paciencia» y muchos «reflejos», un dominio, en definitiva, de las situaciones, que, en mi opinión, no es moneda corriente. Eso me lleva a mi primera reflexión: la selección y la formación del profesorado. Sí, han leído bien, «selección», en primer lugar. A estas alturas, me parece mentira que el sistema de acceso a la función docente siga basándose en una oposición. Tal como yo lo veo, el trabajo del docente consiste, ante todo, en una interacción continua con otras personas, personas que se encuentran en una situación evolutiva muy especial y que, para remate, pueden encontrarse en situaciones sociales verdaderamente complicadas. Añádase a esto la interacción con los padres que -es de dominio público- no son necesariamente sencillas (por exceso o por defecto), con los compañeros (como en cualquier trabajo, claro), con la autoridad (¿hablamos, Juanjo?). No vale cualquiera para ejercer esa profesión. Ahí están los índices de agotamiento profesional (lo siento me molesta el innecesario anglicismo del «burnout»). Ahí están las consultas de logopedas. Ahí está el nivel de depresiones de docentes.
    Pero la «selección» solo sería un primer paso. Queda luego la «formación». En teoría, la formación inicial tendría que ser el complemento lógico de la selección, es decir, el momento de proporcionar los «instrumentos» básicos de la profesión. ¿Qué sentido tiene contarles a los futuros docentes los arcanos de la «Teoría de la educación»; una «Didáctica general» que, precisamente por su «generalidad», se queda en el séptimo cielo; una «Psicología de la educación» que, en demasiados casos, se queda en una enumeración teórica de cosas que poco tienen que ver con el aula?
    Por eso, me parece que habría que insistir en un sistema de formación a base de «mentores» o algo por el estilo, un aprendizaje en y desde la práctica. De lo contrario, los planes que sé que circulan sobre la formación del profesorado seguirán siendo una pérdida de tiempo…
    En lo que acabo de decir, creo que ya se puede vislumbrar mi admiración por las personas que están ejerciendo cargos directivos. No hay adulación en ello. Si las tensiones que ha de soportar cualquier docente son grandes, un puesto de responsabilidad «añadida» es, por definición, otro generador de tensiones. En este sentido, no entiendo cómo puede malentenderse el caso de Juanjo. En mi opinión, una de las funciones de los directores es precisamente esa: dirigir. Y el caso es que, para dirigir, también haría falta «selección» y «formación»… por razones obvias.
    He releído ahora lo que he escrito y, la verdad, no sé si «pega» mucho lo que he dicho ni si servirá para algo. Bien es verdad que me preocupa mucho el tema de la formación del profesorado y que creo que se siguen dando muchos palos de ciego al respecto. En el fondo, me da la sensación de que es un tema que no interesa demasiado a los distintos poderes. Si estoy en lo cierto, ¿será, acaso, porque se sigue considerando, en la práctica, que los centros docentes son unos lugares adecuados para tener «arrecogíos» a los menores y que no den mucho la lata?… La verdad, no lo sé, pero…
    Un saludo a todos.

    Comentarios por Illaq — 15 diciembre 2007 @ 9:54 pm | Responder

  28. Illaq, mi comentario trata de definir un poco más allá de qué hablamos cuando decimos formación.

    Yo, y mi caso no es necesariamente generalizable, entré en la escuela de Magisterio de Burgos con 10 años más que el resto de mis compañerXs. De esto hace ya 20 años. Desde que acabé en 1989 hasta ahora he ido oyendo como muchas de las personas con las que trabajé en algunos proyectos durante nuestra formación, han (hemos) encontrado trabajo en este mundo de la educación (formal y no tan formal). De mucha de esa gente con la que sigo teniendo contacto o referencias por tratarse de una pequeña ciudad, podría afirmar que son estupendXs profesionales.

    Tengo una foto en la que nos encontramos tapiando con ladrillos la puerta principal de la escuela en la que colgamos el cartel de CERRADO POR REFORMA unas cuantas personas que estudiábamos con vistas a poder enseñar por aquellos años. A pesar de los planes de estudio, a pesar de algunXs profes, a pesar de aquellas ruinosas instalaciones, a pesar de tantas cosas te aseguro que mucha de la gente de esa foto tenía la seguridad de que su futuro iba a estar ligado a la educación como así ha sido. Nadie pudo evitar que nos formáramos y mejor aún que nuestra autoformación en muchos casos, nos llevara a ser profesionales con un alto grado compromiso y, ¿por qué no?, también de éxito. Como tú dices no es una cuestión de contenidos, tampoco es sólo una cuestión de herramientas o instrumentos.

    En nuestra escuela había razones muy distintas para estar estudiando allí: baja puntuación en la selectividad, presiones familiares, buscar pareja, desencanto en otras carreras, vocación, … pero el futuro profesional al que la mayoría nos dirigíamos estaba bastante claro. No aspirábamos a una gran empresa de ingeniería, ni a un gran laboratorio, ni a un centro de estudios financieros, ni a cualquier otro entorno laboral que se nos pueda ocurrir.

    Por último os dejo la misma pregunta de siempre como maestra en secundaria que soy. ¿Cuánta gente conocéis que estudió, estudia o estudiará con el firme deseo de dedicarse a enseñar en el primer ciclo de la ESO? Esa sí fue mi elección. Hice la especialidad de lengua inglesa y castellana con la convicción de que iba a enseñar esas lenguas en alguna escuela. Durante tres años (o cuatro con la oposición) me preparé mentalmente para ello. Me formé fuera y dentro de la escuela de Magisterio de Burgos y estoy encantada con mi elección. Afirmo que mi formación fue buena. Es verdad que 17 años después tengo, además, mucha experiencia.

    Comentarios por Yolanda jb — 15 diciembre 2007 @ 11:49 pm | Responder

  29. Me ha gustado mucho tu intervención, Yolanda jb. Por muchas razones, incluidas algunas «biográficas», estoy convencido de que una persona puede formarse y de hecho se forma si realmente quiere, con independencia de las influencias exteriores. Es más, creo que esa clase de formación desde dentro es especialmente sólida.
    Evidentemente, yo me refería a la «formación» institucional, como paso previo al ejercicio profesional, y, sin mencionarlo, pensaba en el profesorado de Secundaria, quizá por haber conocido más a fondo el proceso (CAP y cosas por el estilo).
    Magisterio es otra cosa, diferente, aunque me temo que, institucionalmente, tampoco está a la altura que yo (pero es obvio que de pura opinión se trata) creo necesaria para entrar en el aula. En mi opinión (insisto), nunca se han sentado en serio a analizar y estudiar las necesidades profesionales de la maestra o maestro, y eso sí que era responsabilidad de los «poderes públicos». Ahora, no sé cómo quedará con «Bolonia».
    Aludes a la multitud de situaciones personales que llevaban y llevan a las personas a ingresar en Magisterio, situaciones que, por cierto, se repiten en muchas carreras. Lo que me planteo es si es suficiente con la voluntad de hacer una carrera y presentarse a unas oposiciones para desempeñar una función tan delicada como es la del docente. Tal como yo lo veo, no es solo cuestión de voluntad, sino de aptitudes personales, porque la profesión docente conlleva un desgaste personal muy superior al de otras muchas profesiones, incluidas algunas «de riesgo». Y creo que eso, por una parte, se desconoce fuera y, por otra, no se calibra suficientemente.
    En consecuencia, creo (de nuevo, opinión personal) que la formación inicial debería contemplar períodos de ejercicio (incluso años) supervisado por profesionales escogidos y experimentados, de manera que las personas principiantes tuviesen que responsabilizarse de sí mismas y del alumnado, aunque con la instancia de la supervisión. Algo así como el MIR de Medicina.
    Pero, en fin, todo esto no son más que opiniones de alguien que carece de toda posibilidad de influir en un sentido o en otro y, encima, no sé si todo esto encaja muy bien en la temática del claustro.
    Un saludo.

    Comentarios por Illaq — 16 diciembre 2007 @ 7:25 pm | Responder

  30. Yolanda jb e Illaq, efectivamente la temática que proponéis no se ajusta exactamente a lo que yo proponía en este claustro. No obstante, me parece un tema muy interesante. Y, por primera vez, no voy a estar de acuerdo con Yolajb. En mi modesta opinión, no es una cuestión de maestras/os y/o profesores/as, de primaria y/o secundaria. Yo creo que se trata más bien de distintas formas de entender el mundo y la educación. Para algunas/os (sean maestras/os y/o profesoras/es) la escuela (incluyo en la escuela toda etapa obligatoria, y quizá también postobligatoria) tiene que formar personas y sacar lo mejor de cada una. Para otras/os, sean profesoras/es y/o maestros/as, la escuela tiene que instruir en ciertos conocimientos y está dirigida sólo a aquellas/os que el sistema considera aptos.

    Yo soy licenciada en Filosofía y siempre quise dedicarme a la educación. Es más, yo empecé matemáticas, lo dejé a los dos meses porque me decepcionaron las supuestas ciencias exactas, y en ese momento y al año siguiente cuando empecé filosofía, lo único que tenía claro es que quería dedicarme a la educación. Por otra parte, tengo compañeras/os de magisterio que son lo más alejado a lo que dice Yolajb que te puedas imaginar. Son casi catedráticos del magisterio y han asumido con total facilidad los mismos vicios que se les han venido criticado a los lincenciados/as desde siempre. Y conste que no quiero hacer una defensa corporativista de nadie, yo no me identifico con gremios o clases, me identifico con personas, y en el mundo de la docencia me identifico con muy pocas personas, la mayoría las he encontrado en este mundo virtual y hay tanto gente de magisterio como gente licenciada, así que a mí las diferencias me dan igual. Lo que no me da igual es seguir manteniendo el tópico de que las/os de magisterio están más preparados pedagógicamente, porqeu creo que no es cierto, que en todas partes hay de todo.

    Con respecto a lo que dice Illaq de hacer un tipo MIR me parece muy acertado; ahora bien, ¿quiénes servirían de modelo para aprender? Porque la experiencia es buena cuando esa experiencia ha consistido en años de auténtica docencia en la que se ha mejorado día a día. Pero si ha consistido en años y años en los que se han ido agudizando los vicios, entonces la experiencia no ha mejorado sino que ha quemado y empeorado. Personas como Yolajb o Covadonga (del blog La bola de cristal) son personas experimentadas de las que se puede aprender muchísimo. Pero hay otras/os (lo digo por experiencia) que llevan 30 años fastidiando a l@s alumn@s y, sinceramente, de esa «gran experiencia» yo quiero aprender bien poquito.

    Es decir, que estoy de acuerdo con vosotr@s (Illaq y Yolajb) en que la formación es importantísimo y la vocación también. Pero no creo que eso dependa de ser o no de magisterio.

    Voy a volver a intervenir en nuestro CIO para hablar de los ejemplo positivos y negativos, lo haré en una nueva intervención porque si no ésta se hace demasiado larga. Un saludo, Montse

    Comentarios por Montse — 16 diciembre 2007 @ 8:32 pm | Responder

  31. Leo y releo cada uno de vuestros comentarios. Como no es el tema del Claustro no voy a entrar ahí, pero respecto a la formación de directores/as… mejor me callo, que bastante me hacen perder el tiempo en unos cursos kafkianos (con perdón de Kafka).

    P.D.: Illaq, no me tires de la lengua con lo de la autoridad, que si digo lo que hay en la Administración… ;)

    Saludos. Me han encantado vuestras aportaciones. Aprendo muchísimo, y quería dejar claro que sigo leyendo este fantástico CIO.

    Comentarios por Juanjo — 16 diciembre 2007 @ 10:41 pm | Responder

  32. Hola de nuevo. Por supuesto que no depende del ser de Magisterio o no. Yo en mi «monotema» habitualmente hablo de la especificidad del alumnado de primer ciclo de secundaria y propongo especificidad en la atención que se les de. Analizo cómo es su llegada al instituto y de dónde les viene su desafección por lo que significa aprender . Trato de comprender cuánto hay en común entre enseñar a chicos y chicas que tienen claro que su futuro es la universidad y aquellXs otros que todavía no tienen nada claro.

    Esta «desafección» que algunXs ya traen y muchos desarrollan en 1º de ESO creo que tiene muchísimo que ver con los índices que obtenemos de fracaso escolar. En lugar de tratar de paliar la situación con los profesionales más experimentados, sean licenciadXs o maestrXs, la mayor parte recae en manos de gente interina, en muchos casos recién llegada a esto de educar.

    En mi instituto actual creo que es casi matemático. La gente que aprueba primero de ESO saca el graduado con facilidad y la gente que no obtiene buenos resultados ya no llegará a conseguirlo. No sé si hay otros estudios que lo avalen o es sólo una coincidencia que se ha repetido en los 6 años que lleva funcionando este centro.

    Y menciono también lo de Magisterio porque al elegir lengua e inglés (en mi caso) como especialidades teníamos claro que nos íbamos a dedicar a lo que antes se llamaba Ciclo Superior: 6º, 7º y 8º (edades que tienen muchísimo en común y que ahora están profundamente divididas, 6 es primaria y 7º y 8º secundaria). No es que encuentre docentes quemadXs en esta etapa, encuentro gente que simplemente no desea estar ahí y creo que tienen todo su derecho a sentir así porque no es lo que imaginaban como su futuro docente. Esta prioridad por educar frente a formar se les hace poco conocida.

    No sé si los maestros y las maestras serán buenos o malos lo que sí sé es que cada vez es más difícil encontrarles en el primer ciclo de la ESO y con esa ausencia nos estamos perdiendo una experiencia difícil de sustituir. Quizás lo de la gente interina que he mencionado antes es ahora cada vez más positivo ya que aportan algún rodaje en esta etapa. MuchXs se han visto en la obligación de tener que coger estos cursos que no quiere nadie más lo que hace que la cosa se vaya equilibrando.

    ¿Qué diferencia hay entre que les guste una asignatura o que la odien? Se consigue sólo con bajar los contenidos o es otra cosas. Yo creo que es esa otra cosa y eso también lo relaciono con lo que se enseña en Magisterio y que cualquiera puede haber aprendido en multitud de sitios diferentes. Integrar la música, el teatro, el movimiento, el juego, las nuevas tecnologías… montones de herramientas que hacen que una clase del primer ciclo de la ESO sea algo todavía muy parecido a la primaria y si me apuras incluso a la educación infantil. Eso de “los rincones” como espacio de aprendizaje me parece lo más de lo más en educación.

    Pues yo también lo siento, Montse, el no coincidir contigo en esta ocasión. Es posible que yo aún siga muy rebotada por la forma en la que llegamos alumnado y profesorado del primer ciclo de la ESO al instituto y no me haya recuperado. Mi experiencia fue muy negativa aunque mejora progresivamente. Cada vez que he percibido que gente licenciada elige voluntariamente esta edad para educar y lo priorizan en su horario te aseguro que es el mismo placer que cuando estaba en Magisterio planeando qué escuela queríamos construir. No sé si ya os lo habré contado en alguna otra ocasión pero en el instituto en el que estoy ahora y en el que sólo llevo este curso, hay mucha de esa gente que no lo vive como un mal menor.

    Mis disculpas por haberme salido del tema y no haber mencionado en esta ocasión ningún ejemplo específico de buena praxis. Me he dejado llevar por esto de la formación; será por estar de moda con esta propuesta nueva del gobierno.

    Comentarios por Yolanda jb — 16 diciembre 2007 @ 11:48 pm | Responder

  33. No sé si estoy en condiciones de reflexionar sobre el tema que yo misma propuse porque lo que estamos viviendo en nuestro es un auténtico abuso y nadie hace nada. No osbtante, voy a intentarlo:

    PRACTICAS POSITIVAS:
    – Hacerle saber al alumno o alumna que por encima de todo él o ella tiene una valía como persona que es independiente de los resultados académicos.
    – Valorar el trabajo de los alumnos y alumnas, que el esfuerzo sirva para algo. No podemos pretender que los chicos y chicas se esfuercen y obtengan más o menos lo mismo que si no se esfuerzan. Si sin hacer nada tengo un 1 y haciendo todo lo que puedo un 2, ¿qué creemos que van a hacer? ¿Qué haríamos nosotras/os?
    – Educar y no sólo instruir.
    – Establecer unas mínimas reglas básicas para cumplirlas, estableciendo claramente qué consecuencias tendrá su incumplimiento.
    – Cuando los exámenes no son un enigma y una sorpresa sino aquéllo que se ha estado trabajando y machacando en clase.
    – Cuando la razón no la tiene de antemano nadie, sino que se eschucha a todas las partes (familias, alumn@s, profesores/as…) sin corporativismo y sin prejuicios.
    – etc., etc., etc.

    PRACTICAS NEGATIVAS:
    – Que haya compañeros/as de primera y de segunda, tanto alumn@s como profesoras/es.
    – Que lo que decimos y lo que hacemos vaya en direcciones distintas.
    – Que esté siendo testito de tratos injustos y degradantes y me calle para evitar problemas o/y obtener privilegios.
    – Que el equipo directivo se crea que el instituto es su cortijo.
    – Que la forma de ganarse a la gente sea a base de comprarla con pequeños privilegios.
    – Exámenes como castigo.
    – Que las sesiones de evaluación se conviertan en juicios sumarísimos.
    – Que los profesores/as nos creamos que nosotros/as somos perfectos/as y nunca nos equivocamos.
    – Que a un alumno que no abre el cuaderno, que no quiere hacer nada, que ha estado maltratando a una profesora durante todo un curso se le premie metiéndolo en diversificación.
    – Que se incumplan las leyes, se ponga en conocimiento del inspector y las cosas no cambien.
    – No enseñar a los alumnos y alumnas sus exámenes.
    – No hacer recuperaciones cada evaluación.
    – Dar clases sólo para «l@s list@s».
    – Que informes verbalmente y por escrito a la jefa de estudio de que has sufrido una agresión física de parte de un alumno y que ésta no se dé por enterada, no adopte ninguna medida y diga que cuando lea el parte disciplinario (no lo hizo en toda la mañana) ya verá qué medidas se toman, y mientras tanto el alumno vuelva a clase como si no hubiera pasado nada.
    – Que esa misma jefa de estudios llevara al tribunal de menores unas pintadas (casualmente las pintadas atentaban contra ella y la profesora agredida es una profesora que el equipo directivo no soporta porque no es sumisa y no traga con todo).
    – Que cada vez que vayas a intervenir en un órgano colegiado haya gente que diga «ya estamos con lo mismo», sople, cuchichee… y nadie le llame la atención.
    – Que un profesor mande siempre barrer a una chica porque es la única chica del grupo.
    – Que te presionen una y otra vez diciéndote que hagas algo que no forma parte de tus competencias.
    – Etc., etc., etc.

    No es lo que quería poner, pero llevo unos días aguantando situaciones inaguantables, y nadie hace nada.

    Un saludo, Montse

    Comentarios por Montse — 18 diciembre 2007 @ 11:23 pm | Responder

  34. Pues aunque no sea lo que querías poner, Montse, está muy bien puesto. Al pan pan y al vino vino. Me gusta la gente clara y que no se convierten en complices de la negligencia generalizada.

    Ánimo y un fuerte abrazo.

    Comentarios por J. A. Pérez — 19 diciembre 2007 @ 8:39 pm | Responder

  35. Hoy he tenido varias sesiones de evaluación. Supongo que como la mayoría. Hemos evaluado un grupo masificado de segundo de bachillerato con un porcentaje de aprobados global que superaba ampliamente el 60 por ciento. Se trata de un grupo escogido, seleccionado. Alguien ha comentado el caso de una chica que, al parecer, está este año algo despistadilla. No podía creermelo, ¡pero si tiene tres dieces y un monton de nueves!. Resulta que se trata de «una chica de todo diez»,como la siguiente y la siguiente.
    Sin embargo,cuando toca el turno a otra chica con varios nueves y algún cinco, de nuevo comenta la misma persona que no sabe qué hace esta chica en ese grupo, que lo va a pasar mal.
    ¿Cómo describir mi estado de ánimo? Me he limitado a bromear para hacer ver que los despistadillos somos nosotros si hablamos de estas cosas. Pero lo cierto es que en el fondo de estos comentarios subyace un planteamiento pedagógico y personal.
    Hay docentes que consideran el triunfo de los mejores de sus estudiantes como un triunfo propio, pero no consideran que el fracaso de los peores de ellos sea también mérito de sus profesores.
    Hay docentes que actúan como médicos que elaboran un diagnostico de una enfermedad en la que no han tenido nada que ver y que, por supuesto, no tienen que curar. Son los perfectos evaluadores.
    Hay docentes que se mofan de que trabajes con el blog en casa pero luego, cuando se establecen medidas para controlar la presencia en el centro, dicen ¿por qué no controlan las horas que trabajamos en casa?
    Hay docentes que dejan en mal lugar a la mayoría.
    Saludos y disfrutad de nuestras merecidas vacaciones

    Comentarios por Paco Tejero — 19 diciembre 2007 @ 11:04 pm | Responder

  36. Hola a todos, llego tarde al claustro pero quiero aportar algunas cosillas.

    BUENAS PRÁCTICAS:
    – Llamar por su nombre a los alumnos
    – Conocer a su familia personalmente
    – Conocer sus intereses y metas
    – Preocuparse de saber el porqué de las conductas
    – Tener altas expectativas de tus alumnos
    – Comunicárselas
    – Valorar siempre algo de lo que hacen, por poco que parezca
    – Transmitir entusiasmo por la vida
    – Transmitir fe en los alumnos
    – Dejar que piensen por ellos mismos
    – No considerarlos enemigos
    – Ponerles los límites claros
    – Ofrecerles tu compromiso con la enseñanza
    – Exigirles su compromiso con el aprendizaje
    – Reírse en clase
    – Saber cómo se sienten
    – Trabajar activamente sobre la cohesión grupal
    – No permitir la humillación o cualquier agresión entre iguales
    – No permitir cualquier agresión o humillación a los adultos
    – Trabajar en equipo

    PRÁCTICAS PARA OLVIDAR:
    – Compararles con otros
    – Presuponer su interés por el hecho de ser alumnos
    – No saber su nombre
    – No transmitirle pasión por lo que hacen y haces
    – No dialogar
    – Imponer tu criterio sin establecer las normas previamente
    – Enfrentarte a los alumnos, sentirlos como enemigos
    – Decir que un chaval de 12 años es irrecuperable
    – Decirlo con 13, 14, 15 y 16
    – Intentar quitarse de en medio a los alumnos que molestan sin saber porqué molestan
    – Pensar que somos profesionales libres de toda sospecha
    – Trabajar individualmente

    Bueno, enhorabuena a todos por este CIO.

    Saludos, Víctor

    Comentarios por Víctor — 20 diciembre 2007 @ 6:11 pm | Responder

  37. Ya he participado en este Claustro pero me gustaría añadir algunas consideraciones.
    En primer lugar, quiero agradecer a Andriu, a Ricardo L. y a Illaq sus consideradas palabras hacia mí: muchas gracias de verdad.
    La verdad es que si esa experiencia tiene algo de “hazaña” no es por las características del barrio o por las del alumnado, sino por soportar un entramado político- administrativo que se mueve por y para conseguir subvenciones y donde lo importante es la creación de x cursos o a “profesionales” que piensan que educar o formar personas es lo mismo que hacer tochos pero mucho mejor pagado. Lo demás (alumnado, formación, educación) es la coartada necesaria. Con ese dinero se pagan x profesionales y se rehabilitan o reparan las instalaciones maltrechas del Instituto. Así, que en última instancia el educando desaparece como centro de interés para convertirse en la excusa institucional para financiar sueldos, cursos, herramientas y materiales para los centros (hablamos de muchos millones). Por otra parte, mi trabajo consiste en trabajar en los límites de lo educativo y de lo social: trabajo en el conflicto social (inadaptación, exclusión). Forma parte de mi trabajo asumir como ordinarios muchos de los conflictos de convivencia comentados con relación a los educandos, pero no así las prácticas “profesionales” negligentes o más que crean conflictos, los perpetúan o los agravan.

    Creo que la burocracia, lo administrativo y político impiden un funcionamiento responsable. Los procedimientos puestos en juego por todos (políticos, jueces, educadores…) son las expresiones de unas relaciones de poder económico, cultural y social que produce exclusión y alienación. En centros educativos donde la alta conflictividad pertenece a lo cotidiano no puede haber la rotación de docentes o educadores que hay, no puede ser destino de quienes esperan otra plaza, no puede ser que los “profesionales” no tengan una amplia preparación y los medios necesarios para atender, ni más ni menos que, lo que se van a encontrar: violencia, agresividad, ausencia de límites, acoso, amenazas, provocaciones, absentismo, consumo negligente de drogas, problemas de estima, masificacion… dramas humanos.
    En ningún centro educativo, de ningún tipo, las normas pueden “estar de adorno”.
    La dignidad, la integridad física y psicológica (de alumnos o profesionales) no son negociables. Este punto es fundamental: no se puede transigir ante los atentados a la dignidad humana, ni ante amenazas o agresiones ni al acoso de ningún tipo. Aquí falla la Ley. Lo que es delito fuera de los centros educativos en su interior no pasa de falta leve. No se debe olvidar que no todo es cuestión educativa.

    La formación es necesaria e imprescindible. La formación continua también. La idea planteada de formación práctica y tutelada me parece necesaria pero tiene sus riesgos, también puede ser un foco infeccioso de fundamentalismo gremialista y de malas prácticas. Hay que evitar animaladas, filtrar a personas “desequilibradas peligrosamente” o “puros mercenarios” y conseguir unos mínimos de calidad profesional. La selección de un perfil de “educador”, de “maestro” o “profesor” tiene serios inconvenientes, a saber, quiénes serán los que decidan o cómo se seleccionará lo “política-educativamente correcto”. De la educación formal no puedo hablar por desconocimiento pero en el campo de la educación social, hoy día, hay una tendencia teórica y práctica a seleccionar según las “aptitudes” del educador. Pero como quien selecciona en el modelo neoliberal son, por un lado, las administraciones públicas que se han rendido abiertamente al “mercado global” y de privatización de los servicios más básicos y, por otro, las ONG’s y entidades religiosas que pretenden salvar al mundo y a los pecadores malpagando a sus profesionales y a través de su modelo de “amor” y voluntarismo economicista. En fin, que quieren personal sumiso, mano de obra barata o gratis y “moralmente correctos”.

    Un saludo

    Comentarios por J. A. Pérez — 21 diciembre 2007 @ 11:03 pm | Responder

  38. «Tarde, mal y nunca» podría ser el lema para una intervención tan tardía como ésta, pero no podía fallarle a Montse, que tan amablemente me trata y a todos sus invitados, que leo apasionadamente porque decís cosas tan cabales que me hacen sentir reconfortada. Así que en honor a vosotros intentaré unas pinceladas en torno al tema propuesto.
    Creo que se trataba, en principio, de análisis de casos y, como no podía ser de otra manera, acabamos hablando de todo un poco porque, si algo tiene esta profesión es que sus «casos» siempre desbordan los moldes, como mis bizcochos.
    Mi carrera profesional se ha desarrollado en sólo tres centros. En dos de ellos,desde el año 1984 hasta 2005, he tenido muchas responsabilidades. He sido directora de un centro de Primaria (el mayor de Asturias en su tiempo)durante 13 años y jefa de estudios de mi actual centro de Secundaria durante otros 8 años. He de precisar, por acotar un poco más el perfil, que ambos centros fueron desde siempre considerados por la «vox populi» como el peor destino que un docente podía tener en Oviedo: periferia urbana suburbial, marginalidad, multietnia, acogida de inmigrantes, gitanos, niños de centros de acogida,….Todo el catálogo de desdichas que los humanos pueden vivir me han tocado de cerca.
    Dejé el cargo el día en que una de mis hijas me dijo «mamá, tú antes te reías siempre, eras una persona feliz y ahora estás amargada». Comprendí que tenía que recuperar el control de mi salud mental y regresé al aula donde he vuelto a ser una persona básicamente feliz.
    Así pues, el número y la variedad de casos que estos ojos han visto desborda la capacidad de este espacio y la mía para elegir lo más significativo. Por eso, es un balance global lo que os ofrezco y, lo siento chicos, no es halagüeño para la parte que nos toca. Es decir, lamentablemente, la mayor cantidad de despropósitos, incompetencias, mezquindades, cicaterías, negligencias, incumplimientos, malas prácticas y meteduras de pata, que he tenido que conocer y soportar en este trabajo, corresponde a docentes, incluyéndome a mí misma, por supuesto. Es más, a estas alturas de mi vida, creo firmemente que este colectivo es el principal problema que tiene este sistema educativo.
    Las razones por las que la solución acaba convirtiéndose a sí misma en problema son muy variadas y algunas pertenecen a la propia condición humana, o sea que tienen mal arreglo.
    Hay múltiples factores, a mi juicio, que provocan este estado de cosas, desde la formación inicial que algunos habéis ya mencionado, hasta la propia personalidad individual que a fin de cuentas es el verdadero motor para lo bueno y para lo malo, pero en medio de todo está la debilidad crónica de la Administración para tomar cartas en el asunto: procurar más y mejores medios de selección, planificar y ajustar a la realidad los recursos destinados a formación permanente y actualización, diseñar y ejecutar verdaderos controles de calidad, promover e incentivar mejores prácticas, pagar bien y exigir más, etc., etc., etc. De todo ello habéis hablado ya en este foro, no voy a extenderme más.
    Lo cierto es que no he encontrado grandes diferencias entre maestros y profesores de secundaria, aquejados en igual medida de las enfermedades crónicas que os he mencionado antes. Aunque sí es cierto que existe un carácter diferenciador vistos los colectivos en su conjunto y que tiene que ver probablemente con el hecho de que los maestros, desde siempre, han trabajado con el 100% de la población, sin ninguna selección y están, por tanto, un poco más acostumbrados a ver de todo. Mientras que los profesores de Secundaria, que hasta la implantación de la LOGSE sólo se habían relacionado con gente un poquito más «escogida», sufren un schock del que no acaban de recuperarse al encontrarse con «la Vane» y «el Yoni» y su absoluta desgana para la aburridísima y rígida vida académica que quieren imponerles.
    Bien es verdad que, como decía alguno de vosotros, los índices de conflictividad en las aulas aumentan exponencialmente con la inclusión de alumnos y alumnas afectados por toda suerte de problemas personales y sociales pero eso no debe nunca ser una excusa, ni para el poder, ni para el docente. El esfuerzo debe ser proporcional a las necesidades coyunturales y desde luego, no pueden emplearse en situaciones de alto riesgo profesionales que no estén altamente cualificados y personalmente dispuestos y comprometidos con el reto correspondiente. [Sirva sólo como anti-ejemplo casi tragicómico destinar como profesora de un grupo de alumnos de Garantía Social altamente conflictivo a una persona que sufre constantes trastornos de salud mental y que ha vivido anteriormente varios episodios de enfrentamientos y agresiones mutuas con padres y alumnos, procedimientos judiciales incluidos]. No se puede administrar con esta negligencia, de verdad que no.
    La docencia, lo queramos o no, aparte de una ocupación profesional remunerada, tiene mucho de compromiso personal, de entrega desinteresada, de dedicación a tiempo completo (A ver, es domingo, vacaciones de Navidad, 8 de la mañana y yo estoy escribiendo en este foro docente, jejeje) y requiere una preparación didáctica, psicológica y pedagógica importante, además de altas dosis de fortaleza moral, resistencia a las frustraciones, habilidades sociales por encima de la media y qué sé yo cuántas cosas más se me ocurren. Qué os voy a contar si ya vosotros os vais dando cuenta de todo ello.
    Si a la persona que tiene que enseñar, educar (sí, señores, los profesores tenemos que educar también, sobre todo y por encima de todo), poner orden, convencer, etc., le saltan los fusibles al primer inconveniente y en lugar de apaciguar se dedica a escalar el conflicto hasta los límites del paroxismo, «aviaos» vamos. ¿O no?
    Luego viene el capítulo Equipos Directivos. Seleccionados entre los propios docentes, sin formación específica alguna, sin ayuda de la Administración en ningún tema, sólo el atrevimiento, la buena voluntad, el afán de protagonismo o la ingenua convicción de que podemos cambiar el mundo nos llevan a meternos en semejantes berenjenales de los que, aun yendo bien las cosas, se sale siempre trasquilado.
    Para los que nunca habéis desempeñado algún cargo directivo puedo aportaros un dato tranquilizador: sea cual sea el talante y la ideología de la persona que os dirige, sabed que acabará sus días de directivo pensando pestes de la mayoría de vosotros-nosotros, se sentirá solo e incomprendido casi todo el tiempo y, sobre todo, un alto porcentaje de la incompetencia que le veis no le pertenece a él/ella sino que es inherente al cargo, porque no hay una manera ideal de ser director, ni jefe de estudios, ni secretario. Todos los perfiles hacen cosas bien y otras mal y vistos desde el otro lado de la mesa todos tienen muchísimos defectos. Luego hay algunos que cuando acaban mandato parece que ha naufragado el Prestige en medio del centro, pero son sólo unos pocos.
    Aplaudo, comprendo y comparto las actuaciones que aquí se han relatado por parte Juanjo y otros compañeros. Son además, inevitables, ya que en todos los centros hay siempre un número importante y preocupante de profesores que no quieren, no pueden y/o no saben hacerse cargo de los alumnos/as que les tocan y, en consecuencia, se los quitan de encima como quien se sacude la caspa. Dado que la ley no permite que los alumnos de educación obligatoria sean excluidos de las aulas en ningún caso, alguien tiene que hacerse cargo de ellos para que no se les vea tirados por los pasillos o haciendo trastadas donde no deben, además de desandar en su proceso educativo. Y ese alguien puede ser el director, como el caso de Juanjo o el jefe de estudios o, en su defecto, como es mi caso actual, la maestra que siempre está disponible para todo. Y no es palabrería vana, desgraciadamente no lo es, queridos compañeros. En todos los centros sucede y que alguien me demuestre lo contrario; en todos los centros hay arroyos de mierda que alguien trata de limpiar para que no huela. Siempre, en mi etapa directiva y en la otra, he tenido detrás una corte de los milagros que para sí la quisiera el faraón. En la mesa de juntas de mi despacho había siempre varias criaturas que hacían deberes o hacían castigos o escuchaban mis sermones o pedían cariño o simplemente esperaban un momento mejor para que don fulanito los dejara entrar en clase. Sin ir más lejos, el pasado viernes, día 21, último día de clase del trimestre, llegué a tener en mi aula 60 alumnos/as de todos los cursos de la ESO cuyos profesores estaban desaparecidos, ávidos de empezar sus vacaciones antes de tiempo, mientras los chavales buscaban asilo político o simplemente se «piraban» del centro en medio del descontrol general. Y ahora no soy directora, ni jefa, ni nada que se le parezca. Ni siquiera soy «amiga» de quienes lo son. Pero los apoyo y los comprendo muchas veces, por más que no comparta ninguna de sus maneras de actuar.
    Antes de las vacaciones, evaluaciones. Hace tiempo, Juanjo describía en su blog una sesión de evaluación. Si intentara decir algo más de lo que él dijo tendría que recurrir al sarcasmo total. En una evaluación final del curso pasado, en medio de una discusión para decidir la promoción de un alumno, una compañera que le había dado clase todo el curso me pidió que le enseñara mis fotos de alumnos porque no recordaba la cara del susodicho (Dato importante: el alumno no era absentista). Otro ilustre profesor quería contar como ceros dos exámenes que el alumno no había hecho por haber estado enfermo, de manera que así la media fuera inferior a 5.
    Casos, casos, casos, …..Como cuentas de un collar, largo, pesado, feo. Demasiadas cuentas para ser llevadas a cuestas. Muchas cosas tienen que cambiar y deben hacerlo urgentemente. Me gustaría contaros más cosas pero no creo que sea pertinente.
    Sólo os digo que aún me encanta esta profesión, quizá porque no me he tropezado con ningún alumno que me haya faltado al respeto. Nunca, lo prometo.
    Feliz Navidad y perdonadme el retraso.

    Comentarios por Covadonga — 23 diciembre 2007 @ 10:11 am | Responder

  39. Aunque ya sé que está pronto a convocarse el cuarto CIO, a invitación de Montse, y pese a mi «claustro-fobia», me permito escribir aquí, ya pasado de fecha, (pero aprovechando que esta no aparece en los comentarios), a modo de prueba y penitencia por no haber entrado antes, mi comentario:

    Porque creo que una de las condiciones que debería presentar un claustro ideal sería el permitir cambiar el «tempo» y las prisas de los claustros «ordinarios» y «extraordinarios».

    Raro será, en mis casi veinte años de docente, el claustro al que yo haya asistido en el que no haya estado presente la falta de tiempo, la prisa, el cansancio, el hambre o el sueño. Cada nueva intervención era recibida con murmullos, suspiros o incluso gruñidos. Si a eso añadimos nuestra poca práctica democrática y la reducida autonomía y capacidad de decisión con que contamos, en esas circunstancias raro sería llegar a algo más que a la votación rápida de una propuesta, el planteamiento apresurado e inicial de posturas diferentes o la simple divagación nerviosa o errática producto de los factores presentes antes mencionados.

    Lo malo es que factores como la falta de tiempo y demás se aplican a casi toda reunión, comisión o evaluación en que intervengamos los docentes, así que es de agradecer que este CIO y su web nos permitan opinar a la hora o fecha que nos sea más conveniente para leer, compartir y expresar nuestras ideas.

    Y no sé si ya estoy ya divagando, aunque creo que esta opinión podría entrar en el tema de este claustro, relativo a las actuaciones positivas o negativas de los docentes, pues aunque, «aparentemente», no parecen intervenir en el proceso de enseñanza-aprendizaje, las prisas, tensiones, malentendidos, descoordinación e individualismo docente son causa añadida y caldo de cultivo de un mal proceso de enseñanza, y a mi me parecen un buen ejemplo de mala práctica docente.

    Mientras en otras profesiones las reuniones, la definición de objetivos y el trabajo en grupo tienden a la mejora de los resultados, y se dispone de un tiempo planificado, valorado e importante en toda agenda profesional, en la educación los claustros y reuniones se convierten en una mala parodia de nuestras aulas, donde desde una mesa se dirigen y moderan las intervenciones de los profesores-ahora alumnos- incómodos, cansados y hambrientos, entre murmullos y disimulados bostezos, siguiendo un guión que la mayoría de las veces no parte de la directiva o de las necesidades del centro, sino de una normativa que pide tal o cual requisito para tal o cual situación, generalmente poco relevante y que no suele llevar a ninguna actuación concreta.

    Mientras nuestra perspectiva no se aleje del eje aula-profesor-temario-alumno y adopte una visión más amplia en objetivos, tiempos, métodos de trabajo en equipo y mejora de espacios, será difícil mejorar nuestras cuentas de resultados docentes. Somos un sector de lenta evolución y no parece que nadie este dispuesto a formarnos, valorarnos o facilitarnos ese cambio de visión, así que…

    Pero lo dejo por hoy. Es tarde. Tempus fugit. Saludos y gracias por las valiosas intervenciones.

    Comentarios por Pedro — 10 enero 2008 @ 4:14 am | Responder

  40. […] III C.I.O.: Análisis de las prácticas docentes positivas y negativas – Cosas de la Vida de Montse … […]

    Pingback por PaloTIC » El VI C.I.O. — 11 febrero 2008 @ 7:18 pm | Responder

  41. […] Todo empezó en el blog Efervescente2H y siguió, por este orden, en La web de Ramón Castro, Cosas de la Vida, El blog de no sólo mates, Iguales en las Tres Mil, Discentia y […]

    Pingback por C.I.O. (A todos/as los/as compañeros/as de Quirón) « HELLENIKÁ. RECURSOS DE GRIEGO ANTIGUO — 9 abril 2008 @ 11:21 pm | Responder

  42. […] por febrero de 2007, la sede del Segundo Claustro Ideal Oficial fue La web de Ramón Castro, el Tercer Claustro Ideal Oficial se alojó en esta misma casa virtual, La IV Sesión del CIO tuvo lugar en El Blog de NoSoloMates, […]

    Pingback por Y ahora… a desvirtualizar el CIO « Cosas de la vida — 27 agosto 2009 @ 3:01 pm | Responder

  43. Buenas!,

    Me ha encantado el articulo y me ha encantado volver a leerte, voy a recomendar esta web a todos mis amigos.

    Saludos!

    Comentarios por Ana | Sindrome de asperger — 9 marzo 2011 @ 8:07 pm | Responder


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